1986: El año en que las mujeres entraron a las Fuerzas de Seguridad de Guanajuato (y nunca más se fueron)

Guanajuato, Gto., a 08 marzo de 2025.- Eran los años 80. En la radio sonaba Luis Miguel, Juan Gabriel y Lucía Méndez. En las calles, las chamarras de mezclilla, las hombreras y el pelo esponjado dominaban el paisaje. México vivía el reacomodo social y político tras el sismo del 85, y Guanajuato, como el resto de las entidades, se preparaba para recibir con emoción el Mundial de Fútbol. El Bajío respiraba modernidad y sueños de grandeza.

No obstante, algo se gestaba en otro escenario, más discreto pero igualmente histórico. Como esas primeras luces que se filtran entre las cortinas al amanecer, las primeras señales de un tiempo distinto comenzaban a soplar: las mujeres estaban listas para cruzar la puerta de la policía estatal.

En enero de 1986, las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado (FSPE) publicaron una convocatoria que, sin saberlo, cambiaría su historia. Por primera vez, las plazas operativas no serían exclusivas para hombres. Las mujeres podían enlistarse. Lo decía con todas sus letras el entonces director de la corporación, el Capitán Manuel González Liceaga, en entrevistas y notas que aparecieron en medios regionales como el Heraldo de León y el Periódico AM.

«El reclutamiento no únicamente es para hombres, sino también las mujeres podrán integrarse al equipo móvil», declaraba González Liceaga. Lo decía sin dramatismos, en un tono técnico, casi burocrático, como quien anuncia un mero ajuste administrativo. Pero lo que estaba ocurriendo era mucho más grande: era el primer resquicio en un muro de siglos, la puerta abierta a un mundo donde las mujeres no figuraban como protagonistas.

La convocatoria ofrecía 170 plazas con prestaciones sociales, seguro de vida, adiestramiento físico y cursos de defensa personal y normativa legal. Las mujeres podían enlistarse, portar uniforme, aprender defensa personal y manejar armamento. La seguridad pública de Guanajuato por fin comenzaba a reconocerlas como parte de la solución.

Aquella convocatoria, breve y sin aspavientos, era el prólogo de una historia que nadie había escrito en Guanajuato: mujeres cruzando el umbral de la policía, como parte de un futuro que germinaba entre grietas viejas, como la hierba que rompe el concreto y obliga al paisaje a cambiar.

María del Rosario S: la primera huella de un camino que no se detuvo

Entre esas primeras en levantar la mano está registrado un nombre: María del Rosario S. Su ficha de ingreso, fechada el 1 de febrero de 1986, la registra como soldado, convirtiéndola en una de las primeras mujeres en portar el uniforme de las FSPE. Su nombre quedó ahí, en tinta azul y con una foto en blanco y negro que hoy es testimonio de un momento histórico en Guanajuato.

Su expediente es sencillo: unas cuantas hojas mecanografiadas, su foto en blanco y negro y sus datos impresos en una hoja amarillenta que ha absorbido el paso de los años.

No hay discursos grandilocuentes, ni aplausos, ni cámaras documentando el momento. Solo el eco de sus pasos cruzando la puerta y el peso invisible de ser la primera, o una de las primeras.

Aquellas primeras que abrieron camino con uniforme de policías

 Rosario no fue la única. Los registros históricos hablan de otras mujeres que ingresaron en aquellos años, algunas como edecanes, otras como personal operativo. Algunas tuvieron un paso fugaz, otras ascendieron y muchas más decidieron quedarse, desafiando rutinas, mandos y estructuras que aún no terminaban de acostumbrarse a su presencia.

Las primeras mujeres de 1986 entraron a un terreno sin manuales diseñados para ellas, sin protocolos claros que regularan su participación y sin referentes previos que trazaran el camino. No sabían exactamente qué esperar, pero sí tenían claro que su sola presencia ya estaba rompiendo algo: las ideas viejas sobre quién puede y quién no puede cuidar a Guanajuato.

Aprendieron a moverse en un mundo diseñado sin pensar en ellas, a ocuparlo con botas firmes, a ganarse el respeto en cada turno, en cada guardia, en cada instrucción acatada sin titubeos. Y aunque sus nombres no siempre quedaron grabados en placas ni en discursos oficiales, su huella quedó marcada en el paso del tiempo y en la memoria silenciosa de quienes las vieron abrir la brecha.

Hoy, recuperar esas historias no es nada más un ejercicio de nostalgia. Es entender que la memoria histórica no es un anexo guardado en el archivero, es el terreno donde se construye el presente. Porque cada patrulla conducida hoy por una mujer, cada ascenso femenino dentro de las FSPE, tiene raíces en aquellas primeras pisadas de 1986.

La memoria y el futuro caminan juntos

Hoy, casi cuatro décadas después, ese camino ya no es solitario ni improvisado: las mujeres hoy patrullan, investigan, dirigen operativos y encabezan áreas de toma de decisiones dentro de la corporación estatal de seguridad.

Actualmente, Guanajuato tiene más mujeres que nunca ocupando posiciones estratégicas dentro de la Secretaría de Seguridad y Paz. Dos mujeres encabezan subsecretarías fundamentales en la nueva estrategia Coordinación Operativa de la Nueva Fuerza de Inteligencia Anticrimen (CONFIA):

 

  • Elia Bárbara Lugo Delgado – Subsecretaria de Prevención
  • María Fernanda Martínez Velázquez – Subsecretaria de Inteligencia Operacional

 

Dentro de las propias FSPE, también es evidente el liderazgo de las mujeres:

 

  • Rosa Marcela López Álvarez – Dirección Operativa de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado
  • Fanny Goretti Martínez Rodríguez – Comisaría de Atención a la Violencia de Género
  • Alejandra Hernández de la Vega – Unidad de Búsqueda de Personas, Unidad de Protección a Periodistas y Personas Defensoras de los Derechos Humanos
  • Érika Cecilia Granados Ruíz – encargada de la Región I

Este avance no es casualidad: refleja una apuesta institucional por construir una seguridad más cercana, incluyente y eficaz, bajo el liderazgo de Libia Dennise García Muñoz Ledo, la primera mujer en encabezar el gobierno de Guanajuato y quien ha dejado claro que la seguridad se construye con la mirada, el compromiso y el liderazgo de las mujeres.

Casi cuatro décadas después, aquellas puertas que crujieron tímidamente al abrirse para Rosario y sus compañeras ya no se cierran. Cada nombre nuevo, cada ascenso, cada uniforme portado por una mujer en la Secretaría de Seguridad y Paz es una línea más en la historia que empezó sin aplausos ni discursos, pero que hoy se cuenta con orgullo.

Sus nombres son parte de la seguridad en Guanajuato, y también la prueba de que aquel primer paso dado en 1986 fue el inicio de una transformación que sigue avanzando. Pero, sobre todo, es la certeza de que la seguridad —como la historia— no se puede escribir sin ellas.

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