Una nueva masacre en el municipio de Irapuato, Guanajuato, ha dejado este sábado 12 muertos y tres heridos después de que un grupo de encapuchados entrara al bar El Pantano y abriera fuego contra clientes y meseros. El ataque se produjo en la colonia 12 de diciembre, en el extrarradio de la ciudad. Testigos de lo sucedido señalan que los atacantes entraron al local sobre las 20.30 y abrieron fuego indiscriminado contra todo y contra todos.
El primer informe policial señala que los muertos son seis hombres y cinco mujeres. El bar, también conocido como El Pantano, tiene acceso por dos calles diferentes, Jamaica y Popotla, lo que facilitó la huida. Tres heridos fueron trasladados en código rojo en ambulancia de Protección Civil. Tras la masacre, miembros de la Guardia Nacional y del Ejército desplegaron un cerco para intentar localizar a los asesinos y resguardar la escena del crimen mientras los familiares de las víctimas lloraban y lanzaban gritos angustiados.
Hace algo más de tres meses Irapuato volvió a vivir una de estas escenas de terror que parecen superar todo lo visto anteriormente cuando una bomba a control remoto fue activada aprovechando la presencia de varios policías en lo que supuso un paso más en la escalada de terror.
Irapuato, a 50 kilómetros de la capital del Estado, Guanajuato, lleva varios años inmerso en una disputa entre cárteles que ha desangrado la ciudad y ha convertido el Estado en uno de los más violentos del país. Guanajuato es uno de los motores industriales y agropecuarios del centro de México. Hasta hace poco era un lugar próspero y tranquilo, pero desde hace unos cuatro años se ha convertido en uno de los Estados más asolados por la ola de violencia que sufre el país.
Por su territorio pasan varios ductos de combustible, lo que lo hace una de las zonas calientes para el tráfico ilegal de gasolina o ‘huachicoleo’, una de las principales fuentes de ingreso de los carteles. Tiene también una ubicación estratégica: es una puerta de entrada hacia los Estados del norte, rumbo a Estados Unidos, y los de occidente. Desde hace años, los grupos de Santa Rosa de Lima y Jalisco Nueva Generación se disputan el control, lo que se ha traducido en matanzas, atentados y grandes operativos policiales para dar con sus líderes.