Por: Lic. José Gerardo Arrache Murguía
Benito Juárez en su paso por Guanajuato
Guanajuato es parte activa de los movimientos de Reforma ocurridos durante el siglo XIX en México. Bien podemos aseverar sin temor alguno a entender que este fue un parte aguas histórico por el cual México percibió a un alto costo fratricida, la definición y triunfo de la República liberal. Lo que se conoce como Leyes de Reforma o de guerra de contenido radical. Durante la Guerra, Juárez es obligado a trasladar su gobierno a varias ciudades del País. Incluso sale de México hacia Panamá, y regresa por Veracruz en 1859, donde expide las siguientes leyes de reforma: Nacionalización de Bienes Eclesiásticos (1859); Matrimonio Civil (1859); Registro civil (1859); Secularización de Cementerios (1859); Días Festivos (1859); y Libertad de cultos (1860); Hospitales y Beneficencia (1861) y Extinción de Comunidades Religiosas (1863). La guerra de reforma dura tres años, y en 1861 por fin logran vencer a los conservadores, regresando Juárez a la Ciudad de México en enero de ese año. Como Guanajuatense y Liberal es un orgullo poder escribir un humilde pero sentido escrito por el cual, este pedazo de patria donde se han gestado grandes movimientos en nuestra historia patria sirvan de tributo y luz en las gestas de un México que se ha fraguado en transformaciones radicales en búsqueda de la libertad, la igualdad de los individuos.
Preámbulo histórico.
Con el triunfo del Plan de Ayutla, al caer Santa Anna del poder y llegar Juan Álvarez a la Presidencia de México, Benito Juárez fue nombrado Ministro de Justicia e Instrucción Pública, pero un año más tarde, cuando a la renuncia de Álvarez, Ignacio Comonfort ocupó la Presidencia, lo designó titular de la Suprema Corte de Justicia.
El 11 de enero de 1858, los sublevados con el Plan de Tacubaya desconocen a Ignacio Comonfort y en su lugar nombran presidente a Félix Zuloaga. —Ignacio Comonfort pone en libertad a Benito Juárez, quien abandona la ciudad de México y se dirige a Querétaro. El 13 de enero, Félix Zuloaga y sus partidarios se apoderan de La Ciudadela, Santo Domingo y San Agustín. —Los conservadores Luis G. Osollo y Miguel Miramón llegan a la Ciudad de México. —En Cuernavaca, Juan Vicario se pronuncia por «Religión y fueros». El 15 de enero, Félix Zuloaga y Luis G. Osollo son declarados, respectivamente, general en jefe y general mayor del ejército conservador.
El 16 de enero, en la Ciudad de México, se pacta una tregua de 48 horas entre las fuerzas que apoyan a Comonfort y las partidarias de Zuloaga. El 17 de enero, Manuel Siliceo, Benito Quijano, Ángel Trías, como comisionados por Ignacio Comonfort, y Luis G. Osollo, Hilario Elguero y José Piña, en representación de Félix Zuloaga, sostienen negociaciones en casa del conservador José María Lacunza. —El general Martín Peraza es declarado gobernador del estado de Yucatán por una asamblea conservadora. El 18 de enero, los comisionados de Ignacio Comonfort y los de Félix Zuloaga sostienen una segunda conferencia, pero no logran llegar a ningún acuerdo. —Representantes de los estados de Jalisco, Michoacán, Guanajuato y Zacatecas acuerdan en Guadalajara aceptar que reconocen la legitimidad del gobierno del presidente Benito Juárez.
Juárez llega a Guanajuato.
Ante el golpe del presidente Ignacio Comonfort, con el que se desconoció la Constitución de 1857, Benito Juárez, en su carácter de presidente de la Suprema Corte, en oposición al gobierno conservador de Félix Zuloaga, y a pesar de haber sido encarcelado, ya liberado asumió la Presidencia de la República, y se trasladó a Guanajuato, donde el 19 de enero de 1858, formó su gobierno y publicó un Manifiesto con el que oficialmente se inició la Guerra de Reforma.
El hecho ocurre después de que el presidente Comonfort se dio un autogolpe de Estado, al adherirse a los sublevados con el Plan de Tacubaya. Comonfort y en contra de la Constitución de 1857. Después, arrepentido, liberó a Juárez de la cárcel, quien al salir fue hacia Guanajuato y asumió ahí la presidencia. En sus notas autobiográficas, Juárez refiere con sencillez: “el día 11 de enero, salí en libertad… el día 17 en la tarde salí de Querétaro y el día 18 a las nueve de la mañana llegué a Guanajuato y el día 19 declaré establecido ahí el Gobierno”. En el manifiesto, publicado este día, Juárez señala que “de hoy en adelante los destinos de los mexicanos no dependerán ya del arbitrio de un hombre solo, ni de la voluntad caprichosa de las facciones, cualesquiera que sean los antecedentes de los que las formen”.
El poeta y político, Guillermo Prieto, ministro de Hacienda de Juárez en Guanajuato, quien salvó la vida del presidente en Guadalajara anteponiéndose a su persona y gritando: “Los valientes no asesinan”, cuando el conservador Filomeno Bravo había dado la orden a soldados de disparar contra Juárez, señaló: Las Leyes de Reforma tienen una elevación tan grande como la Constitución; Leyes de Reforma, por naturaleza misma de las cosas, se han incrustado en la Constitución, se han hecho permanentes en ella, se han hecho de tal manera inviolables y grandes, que nosotros no podemos hacer variaciones en ellas si no es con el peligro de resucitar la guerra civil. (Discursos Parlamentarios y Cívicos). Leyes de reforma que serían publicadas y emitidas en Guanajuato el 6 de septiembre de 1860.
En un discurso pronunciado el 9 de mayo de 1861, ante el Congreso de la Unión, el presidente Benito Juárez expresó:“El gobierno, que, desde que residí en Guanajuato, procuré la reunión del Congreso sin poderla lograr por circunstancias superiores a la voluntad de los representantes, no pudo sacrificar la sustancia a la forma y se determinó a ejercer la facultad legislativa en cuantas materias era necesario. Así lo reclamaron las Legislaturas de varios estados y de éstos no ha habido uno solo que no haya ocurrido al Ejecutivo pidiéndole medidas que importaban la facultad de legislar, facultad que autorizaban las circunstancias y que hacían indispensables las vicisitudes de la contienda y facultad de que el Ejecutivo anhelaba desprenderse ante la representación nacional.”
Una vez establecido el gobierno de la legalidad, Juárez nombrará su gabinete y designará como ministros a Melchor Ocampo, Manuel Ruiz, Guillermo Prieto y León Guzmán; como jefe del Ejército, el General Anastasio Parrodi.
En dicho documento, Juárez anunció que había sido restablecido el gobierno constitucional de la República, y que la voluntad general expresada en la Constitución y en las leyes decretadas por legítimos representantes, serían la única regla a la que deberían sujetarse los mexicanos.
La capital del país permaneció por tres años en manos de los conservadores, tiempo en el que Juárez llevó su gobierno por diversas plazas: Guanajuato, Guadalajara y Veracruz, donde dictó las Leyes de Reforma; hasta que en 1861 logró instalarse en la Ciudad de México.
Manifiesto Juarista de Guanajuato, 19 de Enero de 1858
Mexicanos:
El gobierno constitucional de la república, cuya marcha fue interrumpida por la defección del que fue depositario del poder supremo, queda restablecido. La carta fundamental del país ha recibido una nueva sanción, tan explícita y elocuente, que sólo podrán desconocerla los que voluntariamente quieran cerrar los ojos a la evidencia de los hechos.
Los hombres, que de buena o mala fe repugnaban aceptar las reformas sociales que aquel código establece para honor de México y para el bien procomunal, han apurado todos sus esfuerzos a fin de destruirlo. Han promovido motines a mano armada, poniendo en peligro la unidad nacional y la independencia de la república. Han invocado el nombre sagrado de nuestra religión, haciéndola servir de instrumento a sus ambiciones ilegítimas y queriendo aniquilar de un solo golpe la libertad que los mexicanos han conquistado a costa de todo género de sacrificios, se han servido hasta de los mismos elementos de poder que la nación depositara para la conservación y defensa de sus derechos en manos del jefe, a quien había honrado con su ilimitada confianza. Sin embargo, tan poderosos como han sido esos elementos, han venido a estrellarse ante la voluntad nacional, y sólo han servido para dar a sus promovedores el más cruel de los desengaños y para establecer la verdad práctica de que de hoy en adelante los destinos de los mexicanos no dependerán ya del arbitrio de un hombre sólo, ni de la voluntad caprichosa de las facciones, cualquiera que sean los antecedentes de los que las forman.
La voluntad general expresada en la Constitución y en las leyes que la nación se ha dado por medio de sus legítimos representantes, es la única regla a que deben sujetarse los mexicanos para labrar su felicidad, a la sombra benéfica de la paz. Consecuente con este principio, que ha sido la norma de mis operaciones, y obedeciendo al llamamiento de la nación, he reasumido el mando supremo luego que he tenido libertad para verificarlo. Llamado a este difícil puesto por un precepto constitucional y no por el favor de las facciones, procuraré en el corto período de mi administración, que el movimiento militar verificado en Tacubaya el 17 del pasado diciembre, su primera y más sagrada obligación es acatar la voluntad nacional y prestar obediencia a la autoridad que de ella emana.
La sangre mexicana derramada inútilmente en combates fratricidas, sólo ha producido amargos frutos para la patria; más amargos aún deberá darlos una rebelión en que no se sostiene ningún principio y que, en último resultado, se encamina a proteger intereses personales que la nación está muy lejos de aceptar.
Los mexicanos que en algo estimen el bien de su país, y que ven a la república alzarse para reclamar el orden legal, porque colocada en él se prometía su paz y su prosperidad, no pueden, sin faltar a su propio deber, tomar parte en las sediciones que desgarran el seno de la patria y que le alejan toda esperanza de progreso, su excelencia [S. E.] el Presidente espera fundadamente que los hombres que han cometido un error, tal vez emanado de sanas intenciones, vuelvan sobre sí, y pesando las funestas consecuencias de su obstinación, depongan la actitud hostil que aún guarden y obsequien sin dificultad la voluntad pública. En caso de que esta esperanza quede burlada, porque todavía se quiera escuchar el grito de las pasiones, S. E., está firmemente decidido a reprimir los excesos; aunque le sea preciso combatir los sentimientos generosos que lo animan, llenará con toda clase de sacrificios el sagrado deber de consolidar la paz, restablecer el orden legal y la buena administración pública”.
(cfr: http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/3Reforma/1858MBJ.html)
Fuentes:
Referencias:
México de la Reforma y el Imperio. Héctor Díaz Zermeño y Javier Torres Medina. UNAM.
Juárez, el estratega republicano. Álvaro Cepeda. UNAM.