Guanajuato, Gto.- En pasado 21 de junio pero de hace 200 años, nació en San Miguel el Grande (hoy conocido como San Miguel de Allende), el periodista, poeta, político y orador Juan Ignacio Paulino Ramírez Calzada, conocido como “El nigromante”; por lo que el Instituto Estatal de la Cultura se suma a la conmemoración del natalicio de este ilustre personaje guanajuatense.
De su infancia se conoce poco, sin embargo en un texto publicado por el diario capitalino “El mensajero”, dice lo siguiente de su niñez: “La pasé con sarampión, viruela, sustos, regaños, misa, escuela… no era malo; era un niño que se divertía, jugaba con todas las muchachas a las escondidas; y en lugar de escuchar explicaciones sobre cosas que nunca he entendido, me escapaba de la escuela para vagar por el campo, a la orilla de ese arroyo que los queretanos llaman río”.
El joven Ignacio Ramírez continuó sus estudios en la capital. Estudió la carrera de Jurisprudencia en la Universidad Pontificia de México. Su tesis “No hay Dios; los seres de la Naturaleza se sostienen por sí mismos”, se basaba en principios de las ciencias naturales: la materia es indestructible, es eterna, por tanto no hay un ente creador.
Su siguiente paso fue como encargado del Ministerio de Guerra y de Hacienda, tarea encomendada por el entonces gobernador del Estado de México, Francisco Modesto Olaguíbel. Desde aquí colaboró en la ofensiva contra los norteamericanos que habían invado el país.
En el año de 1835 decide transmitir sus conocimientos como profesor de literatura en el Colegio Políglota de Felipe Sánchez Solís, pero las duras críticas contra Santa Anna le merecieron once meses en la cárcel de Tlatelolco. Varias veces visitaría la cárcel por sus ideas liberales.
Se unió al Partido Liberal, cuando fueron derrocados los conservadores Juárez lo nombró ministro de Justicia e Instrucción Pública. Durante su paso por el ministerio, creó la Biblioteca Nacional. Más tarde también pondría distancia ideológica con Juárez.
Tiempo después inició sus escritos periodísticos al lado de Manuel Payno, Vicente Segura Argüelles y Guillermo Prieto en una publicación bisemanal llamada “El Simplicio”, – porque sería redactada por unos simples-, cuyo primer número apareció en diciembre de 1845.
En ese primer número cada uno de los intelectuales se identificó con unos versos mediante una “Acta”. Con los de Ramírez nació el Nigromante:
Y un oscuro Nigromante
que hará por artes del diablo
que coman en un establo
Sancho, Rucio y Rocinante
con el Caballero Andante.
Ignacio Ramírez eligió cobijarse bajo la fronda literaria de Miguel de Cervantes y marcó su sello escritural simbólicamente, nada menos que con la némesis de Don Quijote; es decir, la razón llamando a la ilusión, era su guía.
A partir de entonces, Ramírez colaboró incansablemente en muchos de los periódicos de la época. Escribió textos pedagógicos porque creía fervorosamente en la instrucción, considerando que solamente un pueblo educado podría elegir su destino con verdad, con autodeterminación.
Dedicó su pluma a textos como “Geografía elemental del estado de Guanajuato”, que inicia con una detallada descripción de la ciudad del mismo nombre, en un lenguaje coloquial magnífico.
También incursionó en la dramaturgia, aunque no figure propiamente en la historiografía del teatro mexicano, sin embargo sus obras revelan conocimiento a fondo del Siglo de Oro español y con toda seguridad de Sor Juana Inés de la Cruz, y otros notables autores de la época.
En su obra poética describe momentos históricos, hace alusiones a la grandeza de la raza indígena, a la dignidad de los antiguos mexicanos.
El Voltaire mexicano, el relámpago que iluminó el cielo del siglo XIX, murió el 15 de junio de 1879, seis días antes de cumplir los 61. Sus restos yacen en la Rotonda de las personas ilustres de la Ciudad de México.