Políticos profesionales y grados académicos en México. Razones para obtener un título a toda costa.

CONTRATENDENCIA Por Dr. Miguel Angel Díaz Delgado

IISUE-UNAM

 

Recientemente conocimos un conjunto de irregularidades en la obtención del título doctoral por parte de un senador del norte de México (1, 2, 3, 4). Ante los persistentes escándalos en que se ha visto envuelto el legislador de orientación conservadora, durante su intrascendente carrera política, este hecho podría calificar como un caso más de una prometedora corrida de desatinos públicos; no obstante, en un orden de ideas más amplio, el caso puede sumarse a otros igualmente divulgados en medios, todos tocantes a la preparación académica de los políticos nacionales.

Un caso de alto interés fue hace algunos años la –presunta- falsificación de tesis que otorgó la licenciatura al expresidente Enrique Peña en una universidad privada (5) y actualmente, se escuchan críticas por el tiempo que tomó obtener el título en Ciencias Políticas de la UNAM al hoy presidente Andrés Manuel López Obrador (6); de paso, se pueden citar escándalos por becas CONACYT otorgadas a políticos en el extranjero, mismas que no fueron cursadas cabalmente o de la malversación de fondos en este rubro (7), pero también, existe gran suspicacia por la proliferación de políticos profesionales de distinto nivel, haciéndose de títulos en institutos inexistentes, de dudosa calidad o procedencia y, por si fuera poco, con el mínimo esfuerzo.

La corrupción en la adquisición de grados es un caso que corresponde debatir a las instituciones educativas, a nosotros nos queda a la mano la posibilidad de discernir sobre la importancia que están dando los políticos profesionales a la adquisición de grados académicos.

En nuestro país, ser presidente o legislador no precisa de un grado académico en particular. Los Artículos Constitucionales 82, 55 y 58 que norman el acceso a estos cargos, legislan sobre requisitos relativos a la ciudadanía, al ejercicio de cargos gubernamentales previos o a la separación de cultos religiosos, entre otros; queda descartada la exigencia legal de un grado para acceder, ejercer o permanecer en los cargos públicos mencionados (8).

Pesa más el propio imaginario social que la legislación y en ese contexto, los políticos profesionales mexicanos buscan hacerse de títulos a toda costa. El acercamiento a este fenómeno es complejo, amplio, multifacético, contextualizado y merece de una discusión social y académica profunda; sin embargo, por economía analítica, aquí ensayamos alrededor de cuatro potenciales razones por las cuáles los políticos profesionales buscan ostentar títulos y exhibirlos, sin necesariamente ejercerlos.

La percepción de legitimidad social

Un breve contexto. Desde antes, pero con un debate vivaz en la llamada “Cuarta transformación de la vida pública nacional” (4T), dos oficios tienen amplia desestimación social: el político y el empresarial de élite. Esto se alimenta en parte, por la perniciosa cohesión entre los intereses políticos y los empresariales de élite que acapararon la vida nacional durante más de treinta años y que llevaron al desmantelamiento de instituciones públicas indispensables.

La imagen adonis, tanto del empresariado cercano al poder de tiempos pasados, pero sobre todo de los políticos devenidos de la era neoliberal se derrumbó; sin embargo, algunos allegados a la administración actual, tampoco se escapan a la suspicacia sobre la utilización de los bienes del Estado en beneficio personal (9). Esto se suma a la mala fama de la labor política, muy recurrente en la cultura hispanoamericana.

El ejercicio político no cuenta con una reputación favorecida, y en contraparte, los espacios académicos aún se aprecian como esferas facultativas, además de que los títulos universitarios se aprecian como certificados de reinserción social para la infame carrera política en nuestro país. Por dar un ejemplo, es más fácil desacreditar a un político sin grados y que se sabe con intereses o relaciones que condicionan su función, que a un “Doctor en Economía” con los mismos quehaceres, relaciones y potenciales intenciones.

La sociedad precisa de instituciones que examinen y filtren a quienes acceden a la política, y, al no existir una legislación de carrera en el ámbito, los títulos universitarios cumplen dicha encomienda ante el imaginario colectivo.

Adicionalmente, los títulos parecen otorgar un conjunto de cualidades y la habilitación ética para desempeñar un cargo; y conste, que este imaginario prevalece, incluso, aunque hemos sido dirigidos por presidentes y funcionarios de primer nivel, con doctorados en universidades prestigiosas, de quienes se han comprobado actos ilícitos o relaciones con grupos delictivos o de intereses contrarios al Estado (10, 11).

Posicionamiento mediático

Que un político obtenga un grado, sobre todo un posgrado, es una noticia digna de divulgarse; en primer lugar, porque la opinión pública en nuestro país suele tratar a los políticos como celebridades. Los políticos buscan mostrar su título, como una nueva medalla o en un sentido contrario, “los opinólogos” demeritan el grado en caso que la orientación política del personaje no atienda ciertos intereses o difiera de la tendencia creada en redes sociales.

En segundo lugar, la opinión pública parece dar por sentado que por sí solo el título trae consigo saberes para la toma de decisiones y, por lo tanto, estas figuras les parecen más aptas para acceder, sintetizar y difundir el conocimiento en medios de comunicación. Hoy observamos a políticos con doctorado hablar igualmente sobre “las energías renovables” como de “las reformas educativas”, o “del COVID-19” tanto como de “la seguridad nacional”; independientemente de que el título ostentado sea en “Derecho Penal” –por citar un caso-; el político con grado adquiere una posición de “sabelotodo” ante la opinión pública.

 Inversión en una estrategia de reproducción social adicional

Leer a Pierre Bordieu merece un análisis juicioso y amplio, aquí solo se aborda de manera somera. Este sociólogo se acerca a la comprensión de estrategias de reproducción social, entre ellas las estrategias educativas, que se enfocan en la producción y representación de “agentes sociales dignos y capaces” (12).

A través de la obtención de un grado, los políticos profesionales invierten en una estrategia educativa, que es a su vez una inversión simbólica enfocada a alcanzar una posición distintiva, una posición de liderazgo. La inversión educativa es una llave simbólica para adquirir legitimidad y, por ende, la posibilidad de liderar a los partidarios.

A partir de la inversión en esta estrategia de reproducción, los políticos profesionales aspiran (¿por qué no?) a la constitución de una élite, se adscriben en la clase de “los políticos eruditos”, quienes, a través del posicionamiento mediático reafirman su papel de “Sabelotodo”.

 Acceso a un campo social complementario

La política no suele ser una carrera para toda la vida, por ello, algunos políticos profesionales buscan el acceso a un campo social complementario, principalmente en el educativo. Se pueden citar centenas de políticos que, al retirarse parcial o totalmente, son alojados en instituciones educativas como directores, rectores, gerentes o asesores, e incluso como profesores de alto nivel.

Los políticos en retiro –parcial o total- son privilegiados dentro de las instituciones educativas, no siguen las mismas reglas, ni se miden en el escalafón de la planta académica. Pueden llegar a ser rectores de una universidad –incluso pública- allende su preparación específica, producción de conocimiento relevante o desplazamiento en el ámbito científico, así ponen en franca desventaja a los académicos de carrera.

Las propias relaciones políticas y el conocimiento sobre la función pública podría otorgar acceso al conocimiento sobre la operatividad institucional, sin embargo, el grado académico es el único que autoriza su inserción efectiva en el campo educativo. El título es en este sentido, un elemento indispensable para reducir los cuestionamientos de quienes conforman y construyen las instituciones educativas.

A manera de conclusión  

Las cuatro razones aquí propuestas no son las únicas, y se precisa de estudios científicos para saber si son las más contundentes si se quiere comprender de manera compleja la inversión de los políticos profesionales en la obtención de grado académicos. Un tema pendiente será la legitimidad en la obtención de los grados, los medios a través de los cuáles son obtenidos, y el balance entre desempeño y preparación.

En esta breve disertación tampoco debatimos el fenómeno creciente de académicos con credenciales y ejercicio científico confirmado que hoy están ostentando cargos de elección popular y, mucho menos propusimos que los políticos sin grados académicos son incapaces de ejercer la función pública. No obstante, quisimos reiniciar un olvidado debate, el relativo a la preparación de la función pública y la utilización de la carrera política para el privilegio en el área educativa.

Por último, este análisis no busca desestimar la participación de los políticos en espacios académicos o viceversa, todo lo contrario, subyace a él, cuán necesario es estimular la incursión seria, comprometida, permanente, no subordinada y con efectos correlacionales entre ambos campos: el académico y el político.

 Referencias

 

Contratendencia.

Crítica y desmitificación socioeducativa 

Columna quincenal de análisis de la tendencia social y educativa global, expresa de manera ágil y con referencias manifiestas. Todo el público interesado puede acceder a ella, principalmente profesionales estudiantes e interesados en temas de Educación, Ciencias Sociales, Humanidades y Psicología. Se publica los lunes en el diario “Crónica Guanajuato”.

 

Biografía

Dr. Miguel Angel Díaz Delgado

Investigador del Instituto de Investigaciones Sobre la Universidad y la Educación (IISUE) en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sus líneas de investigación son el “liderazgo educativo”, la “formación de directores escolares” y la “educación internacional comparada”, ha publicado artículos académicos en revistas internacionales indexadas y los libros “Modelos de investigación en liderazgo educativo, una revisión internacional” y “Formación de directores escolares, comparación de programas internacionales en el contexto de la gestión”. El Dr. Díaz ha impartido conferencias en universidades e instituciones de Australia, Canadá, Estados Unidos, Guatemala, Costa Rica y en todo México, actualmente es profesor de la Licenciatura en Pedagogía de la UNAM.